A los diez años la vida es un cuento predecible, los malos son feos, infelices y terminan mal; los buenos son lindos, felices y comen perdices. También es un juego donde los hijos son muñecos o peluches, una juega a la mamá, al ama de casa… que distinto cuando vemos que la vida no se ajusta a ese juego infantil… no, la vida es otra cosa, la diferencia entre malos y buenos es más sutil que una cara bonita y un final feliz, la verdadera lucha entre el bien y el mal ocurre cada día en nuestro interior.
Uno crece y el juego se vuelve más serio; ay… quien pudiera vivir cantando como un chico, ay... quien pudiera eternizar el juego, vivir por siempre en un cuento de hadas; ay… quien pudiera ser por siempre chiquitita.
Mi chiquita, es lo único puro que me queda. Mi vida es mi chiquita. Yo traicione a esa chiquita que fui, ya no queda de ella ni su inocencia, ni su valentía, sus sueños, ni la esperanza de algún día encontrar a su papá. Yo ya no puedo volver a esa chiquita que fui… no me queda otra que ser esto que soy.
Uno crece y el juego se vuelve más serio; ay… quien pudiera vivir cantando como un chico, ay... quien pudiera eternizar el juego, vivir por siempre en un cuento de hadas; ay… quien pudiera ser por siempre chiquitita.
Mi chiquita, es lo único puro que me queda. Mi vida es mi chiquita. Yo traicione a esa chiquita que fui, ya no queda de ella ni su inocencia, ni su valentía, sus sueños, ni la esperanza de algún día encontrar a su papá. Yo ya no puedo volver a esa chiquita que fui… no me queda otra que ser esto que soy.
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